River es una ciudad en una megalópolis. Dentro del club se puede encontrar todo lo que debe tener una ciudad. Hay cine, teatro, biblioteca, banco, comisaría, servicios médicos, una mutual, guardería, educación en todos los niveles, cursos de inglés, computación, fotografía, danzas de todo tipo… casi todos los deportes (si no hubiera tanto robo y despilfarro tendríamos más lugar y más deportes), actividades sociales… digamos que no falta prácticamente nada.
Estas ventajas también traen aparejados todos los conflictos que aparecen en las grandes ciudades. Un enorme club de fútbol con miles de personas recorriendo sus instalaciones, una vida societaria muy rica que con la participación política intenta dirimir y administrar estos conflictos. No es fácil si a esto sumamos la avaricia que gobierna estos tiempos y a la que un club social, cultural y deportivo de la magnitud de River no logra eximirse.
Si a esta masa societaria le sumamos los millones de fanáticos que tiene River, la cantidad de gente que desearía formar parte de la vida interna del club pero no lo puede hacer por tiempo, distancia o problemas económicos pero se preocupa tanto por la vida de River como cualquier otro, nos encontramos con un señuelo invaluable para las apetencias económicas o políticas de las sanguijuelas o trepadores.
Ya demostró Macri lo fácil que es. En River hubiera pasado algo muy similar si hubiera salido bien el sueño de algunos socios que intentaron convencer allá por el 2005 a De Narváez para que fuera candidato, supongo que en ese momento vislumbró un camino más sencillo despilfarrando dinero por los medios y consiguiendo el apoyo de Clorín que enfrentar el manejo de una vida societaria compleja como la de River, un camino que no es tan sencillo como dirigir al marketinero Boca.
Como sea, esa misma gente, harta de los desmanejos del club y de las vergonzosas y dañinas alianzas que se pergeñan en la institución, buscaron frotar otra lámpara mágica y se encontraron con Carlos Ávila. En él hallaron la imagen perfecta, la del empresario rico y exitoso, externo a las pasadas conducciones del club y que encima está relacionado con el negocio del fútbol. Pero este hombre nunca se sintió cómodo. No tiene idea de lo que es River y tiene un pasado muy negro como gerente del canal de deportes que llevó al empobrecimiento de todos los clubes argentinos, es mirado con recelo por casi todos los dirigentes del fútbol argentino y eso haría muy difícil su gestión a pesar de su excelente relación con el padrino mayor.
En estos meses, varios socios agrupados pensaron que habían logrado su cometido y pusieron afiches como para tentarlo un poco más. Hasta ahora su candidatura se basaba en una sarta de frases hechas y lugares comunes con ínfimo sustento. Solo con ese mínimo sustento lograba mantener alguna expectativa entre ilusos que lo miraban como el tipo exitoso que viene desde afuera a patearles el traste a los inútiles y corruptos que nos comandan. Una combinación tentadora que durante los últimos días se terminó por desmoronar. Ávila finalmente habría decidido terminar con la candidatura virtual y es aquí donde me gustaría detenerme.
Más allá de mi satisfacción de tener a un personaje nefasto menos, debo meditar sobre las razones y veo ciertas coincidencias. Es notable su obsesión por volver al negocio televisivo y su falta de preocupación sobre lo que es River. Tal vez su objetivo primordial se hizo añicos ante la nueva realidad de las transmisiones de fútbol en Argentina. Su alianza con Hadad se había desmoronado al juntarse éste con Werthein (dueño de la Caja seguros dónde D’Onofrio es su presidente, o sea su empleado; y dueño de una muy importante parte accionaria de Telecom) y su futura alianza con Vila, Manzano y De Narváez cambió el panorama al haber arreglado con el Estado la transmisión de varios partidos. Supongo, que ante esta nueva realidad y la complicación de ganar plata rápida y fundamentalmente de poder extorsionar a grupos televisivos, se fue el deseo de ser candidato de su “querido” club.
Es bueno ver las caras limpias sin las caretas.
Por: Charro
Estas ventajas también traen aparejados todos los conflictos que aparecen en las grandes ciudades. Un enorme club de fútbol con miles de personas recorriendo sus instalaciones, una vida societaria muy rica que con la participación política intenta dirimir y administrar estos conflictos. No es fácil si a esto sumamos la avaricia que gobierna estos tiempos y a la que un club social, cultural y deportivo de la magnitud de River no logra eximirse.
Si a esta masa societaria le sumamos los millones de fanáticos que tiene River, la cantidad de gente que desearía formar parte de la vida interna del club pero no lo puede hacer por tiempo, distancia o problemas económicos pero se preocupa tanto por la vida de River como cualquier otro, nos encontramos con un señuelo invaluable para las apetencias económicas o políticas de las sanguijuelas o trepadores.
Ya demostró Macri lo fácil que es. En River hubiera pasado algo muy similar si hubiera salido bien el sueño de algunos socios que intentaron convencer allá por el 2005 a De Narváez para que fuera candidato, supongo que en ese momento vislumbró un camino más sencillo despilfarrando dinero por los medios y consiguiendo el apoyo de Clorín que enfrentar el manejo de una vida societaria compleja como la de River, un camino que no es tan sencillo como dirigir al marketinero Boca.
Como sea, esa misma gente, harta de los desmanejos del club y de las vergonzosas y dañinas alianzas que se pergeñan en la institución, buscaron frotar otra lámpara mágica y se encontraron con Carlos Ávila. En él hallaron la imagen perfecta, la del empresario rico y exitoso, externo a las pasadas conducciones del club y que encima está relacionado con el negocio del fútbol. Pero este hombre nunca se sintió cómodo. No tiene idea de lo que es River y tiene un pasado muy negro como gerente del canal de deportes que llevó al empobrecimiento de todos los clubes argentinos, es mirado con recelo por casi todos los dirigentes del fútbol argentino y eso haría muy difícil su gestión a pesar de su excelente relación con el padrino mayor.
En estos meses, varios socios agrupados pensaron que habían logrado su cometido y pusieron afiches como para tentarlo un poco más. Hasta ahora su candidatura se basaba en una sarta de frases hechas y lugares comunes con ínfimo sustento. Solo con ese mínimo sustento lograba mantener alguna expectativa entre ilusos que lo miraban como el tipo exitoso que viene desde afuera a patearles el traste a los inútiles y corruptos que nos comandan. Una combinación tentadora que durante los últimos días se terminó por desmoronar. Ávila finalmente habría decidido terminar con la candidatura virtual y es aquí donde me gustaría detenerme.
Más allá de mi satisfacción de tener a un personaje nefasto menos, debo meditar sobre las razones y veo ciertas coincidencias. Es notable su obsesión por volver al negocio televisivo y su falta de preocupación sobre lo que es River. Tal vez su objetivo primordial se hizo añicos ante la nueva realidad de las transmisiones de fútbol en Argentina. Su alianza con Hadad se había desmoronado al juntarse éste con Werthein (dueño de la Caja seguros dónde D’Onofrio es su presidente, o sea su empleado; y dueño de una muy importante parte accionaria de Telecom) y su futura alianza con Vila, Manzano y De Narváez cambió el panorama al haber arreglado con el Estado la transmisión de varios partidos. Supongo, que ante esta nueva realidad y la complicación de ganar plata rápida y fundamentalmente de poder extorsionar a grupos televisivos, se fue el deseo de ser candidato de su “querido” club.
Es bueno ver las caras limpias sin las caretas.
Por: Charro